Cuando era niña aprendí del cuento de la Caperucita Roja sobre el peligro de los bosques y sus huéspedes, en este caso en concreto, el lobo. Nunca me imaginé en mi vida si quiera que iba a terminar viviendo al pie de un bosque, de aquellos que sirvió de inspiración para recrear aquellos cuentos de los Hermanos Grimm; ni tampoco me imaginé que podía terminar casi como la Caperucita Roja.
Desde que vivo al pie de los bosques de Augsburg desde hace un año, utilizo sus vías para correr en las mañanas. Al comienzo corría con cierto temor de ser sorprendida por algún animal como un venado, jabalí o facineroso. Pero me he dado cuenta con el transcurso del tiempo que nadie ni nada se te acerca, menos aun en los tiempos de abundancia de alimentos como es en verano ; y, los animales mas inofensivos como el venado, huyen pavoridos al sentir la presencia humana.
Con esa despreocupación es que me encontraba hoy día trotando, cuando he comenzado a notar cierta sombra que volaba sobre mi. No me he percatado solo hasta que he sentido que estaba ya volando muy al ras de mi y por tercera vez. Menuda sorpresa la mia al mirar hacia arriba, y ver un águila que me estaba acechando y venía nuevamente hacia mi cual flecha. Solo he atinado a sacarme de la cabeza la gorra roja y con ella tratar de espantar al ave. Ha vuelto a postrarse en una rama de un árbol y no volvió a volar más sobre mi. No sé si se ha espantado al agitar mi gorra cerca de su vuelo o si se ha dado cuenta que no era ninguna presa que podía levantar. No sé si les excita el color rojo como muchos piensan que sí a los toros; tampoco sé, si mañana me pondré aquella gorra roja que atrajo o distrajo a esa harpía; lo único claro de esta experiencia es que hoy me he sentido todo un personaje de cuento mágico.
Desde que vivo al pie de los bosques de Augsburg desde hace un año, utilizo sus vías para correr en las mañanas. Al comienzo corría con cierto temor de ser sorprendida por algún animal como un venado, jabalí o facineroso. Pero me he dado cuenta con el transcurso del tiempo que nadie ni nada se te acerca, menos aun en los tiempos de abundancia de alimentos como es en verano ; y, los animales mas inofensivos como el venado, huyen pavoridos al sentir la presencia humana.
Con esa despreocupación es que me encontraba hoy día trotando, cuando he comenzado a notar cierta sombra que volaba sobre mi. No me he percatado solo hasta que he sentido que estaba ya volando muy al ras de mi y por tercera vez. Menuda sorpresa la mia al mirar hacia arriba, y ver un águila que me estaba acechando y venía nuevamente hacia mi cual flecha. Solo he atinado a sacarme de la cabeza la gorra roja y con ella tratar de espantar al ave. Ha vuelto a postrarse en una rama de un árbol y no volvió a volar más sobre mi. No sé si se ha espantado al agitar mi gorra cerca de su vuelo o si se ha dado cuenta que no era ninguna presa que podía levantar. No sé si les excita el color rojo como muchos piensan que sí a los toros; tampoco sé, si mañana me pondré aquella gorra roja que atrajo o distrajo a esa harpía; lo único claro de esta experiencia es que hoy me he sentido todo un personaje de cuento mágico.