September 28, 2006

carta a mafalda
(desde el exilio)

Querida Mafalda:

El mundo es bello, hermoso, etcétera, pero sigue igual de caótico desde que te dejamos de leer. Los mismos problemas nos rodean, pero con la “pequeña” diferencia, que ya no se cree en el comunismo, tanto que Fidel sufre de dolor de panza pensando en eso.

En contraste, cada vez es menor el número de ateos, aunque cada cual busca a Dios a su manera. Hasta los propulsores de lo “retro” se han dado un salto de garrocha y ya no se oye la misma pasión a los inofensivos Beatles tan oidos y amados por ti.

Los niños, como sucede desde que Adan y Eva masticaron la manzana, por generaciones siguen pagando por el delito de nacer y engendrarse. Ahora, en nuestra época, ese pago, con sólo vivir, es cada vez más “horroroso” que los pelos de tu amigo el mercantilista de Manolito, y aunque te parezca mentira, su corte causa delirio en los niños y jóvenes de hoy, que gustan lucir la cabeza a lo punk.

Esta nueva generación de niños, vive encerrada en ese espacio abierto que es la TV.. Son casi dos metros de distancia que los separa, con un horizonte visual a color de 25 pulgadas promedio, a todo dar, en donde el nino, a diferencia de tu época, se pasa horas sin tiempo para pensar ante el constante alud de comerciales que se tragan entre cinco a siete minutos. Decadente…¿no? Otra cosa, que felizmente no tuviste a la mano, es el Play Station. Creo que ni al Atari llegaste.

Estas criaturas viven privadas al no poder desarrollar la creatividad y el ingenio, que tanto compartiste con tus amigos Felipe, Susanita, Libertad, Miguelito y Manolito. Y es que, primero, les priva de realizar otras actividades, los expone a contenidos violentos y disfuncionales, les suprime la imaginación creativa, aumenta el nivel de estimulación diaria necesario para su bienestar y reduce el espectro de su atención. Y claro, es más fácil y emocionate para el nino que la lectura, lo cual resta toda opción de adquisición de lenguaje e información. Una de las razones por las que la "caja boba" limita la imaginación es por su falta de recurso a la metáfora. Todo es explícito, todo está claro, no cabe interpretación alguna y tiene que ser así, pues de otro modo, se pierde la atención y se cambia de canal. Al final el nino se acostumbra a una lectura visual velocísima, haciendo perder todo interés en la lectura, la cual se recrea con la imaginación y va a un ritmo mas pausado.

¿Te das cuenta Mafalda que en ciertas cosas ha habido un cambio drástico en el estilo de vida? Todo va a un ritmo vertiginoso y acelerado, con excepción de la democracia que va a pasos de tortuga. Bien hiciste en llamar así a tu mascota, la tortuga. Te reirás aún más ahora de ver como un pie le pide permiso al otro para avanzar. Por otro lado, muchas veces somos nosotros mismos los qe tenemos una idea errada de ella. Pobre ella. Muchas personas piensan que su deber ciudadano, se remite y limita al acto de depositar en una urna una cédula vacía o tachada ¡que más da! Así, como por arte de magia, sale un gobernante que inmediatamente puede olvidarse de sus electores. Ese principio que la democracia es la soberanía del pueblo, no va… no encaja, o sea (así unido, de corrido), al igual que la constitución y cualquier norma existente es “interpretativa”. En otras palabras, democracia se ha convertido en el poder de “yo mismo soy”. Mafalda, se explica, entonces, que los políticos de oficio, así como los circunstanciales y los de chiripa, hacen lo que se les venga en gana, y tú sabes que ganas son las que menos faltan.

Ya que he tocado el tema de elecciones, te cuento que el año pasado renové (por enésima vez) mi DNI (Documento Nacional de Identificación) y como está de moda el tema del diseno innovador (ya he escrito una columna sobre este tema en el ya desaparecido, Diario Síntesis), pues me llegó del Consulado del Perú en Hamburgo una del tamaño de una tarjeta de crédito. Unos dicen que está ahora más azul como el cielo, y otros dicen como el mar; pero, el caso es que sólo sirven en la tierra. Dicen que es un documento más práctico, más seguro y más bonito (nada que ver con la foto del ciudadano). Sólo te digo: no hay nada de retro ahora, pero sí los retrógrados abundan. La cosa es que tengo un abanico de colores y opciones de documentos, con diferentes caras y gestos que al final ni me sirven. Que si te cambias de domicilio, hay que no sólo actualizarlo, sino cambiarlo; eso sí, prestar atención si es que no caduca éste en unos meses, porque sino hay que hacer nuevamente todo el papeleo engorroso, colas estáticas y pagar para extenderlo por más tiempo; ojo, llevar nueva foto, porque en cuatro meses puede haber cambiado la cara. Así, en caso que te cases, vuelta a cambiarlo también. En fin, por cada actualización, un documento nuevo y así que el Estado siga pagando. No importa hay que justifacar el trabajo de toda la masa burocrática estatal.

¿Te acuerdas cómo te preocupabas por la explosión demográfica mundial, ya que temías que tanto tú como los demás niños de tu edad se quedasen sin oportunidades para el futuro? En el Perú, hace unos años, se tomaron unas medidas radicales por parte del Ministerio de Salud en la época del ya no fujitivo Fujimori: esterilización sin consentimiento. Un poco más y patentan la pólvora, y como dicen nuestros sesudos gobernantes con un aire de actitud filosófica que Platón hubiera envidiado: “si se tiene un problema hay que arrancarlo desde la raíz”.“Vale”, como dicen en la península. “Bárbaro”, como exclaman tus paisanos los chés, tras secar una taza de mate sin endulzar. Pero, el caso es que por aca, si se trata de sacar raíces, nunca se va a terminar de arrancarlas, pues estamos en una jungla.

Mi estimada Mafalda, espero no haberte cansado, y menos como se dice ahora “estresado” con estas inquietudes. Me despido no sin antes decirte que seguiré en contacto.

Chau.

Adaptación del original publicado por el Diario El Tiempo en 1998


hipócrates a lo criollo

“¡Señito, deme un macerado bien potente, que tengo un dolor de huesos que me mata!” “ Oiga seño, tengo ardencias en las vistas ¿qué tomo?” “¿doña, cuánto la Pusanga?”

Estas frases son unas de tantas que Socorro Frías (35) escucha, domingo a domingo, de algunos clientes que llegan a su puesto en el Mercado Modelo de Piura, solicitando sus servicios médico-naturistas.

Socorro ya lleva quince años en el dominio de hierbas y complementa este conocimiento, con sus primeros estudios de enfermería, que la hacen, a diferencia de otros yerbateros, ganarse la confianza de la gente por sus diagnósticos precisos.

Como todo sueño provinciano, Socorro se enrumbó, terminado sus estudios, hacia la capital, donde comenzó a trabajar en una clínica como enfermera; pero, al conocer a su esposo, quien conoce del arte de la medicina naturista por herencia familiar, decide, enamorada, regresar a Piura y poner su puesto a todo dar.

Cual Hipócrates en su época, Socorro es una experta en preparar y recetar pócimas y brebajes, además, de diagnosticar, por los síntomas, el padecimiento del cliente; es capaz de calmar todo tipo de dolencias, también, recomponer la salud y la vida sexual, mas, la efectividad del producto -disque- depende de la fé con que uno desee curarse.

Las modalidades de los remedios son diversos, pues van desde tónicos, macerados, colirios, perfumes como el poderoso de las Huaringas o el conquistador “Sígueme”, el pico de un tucán - para contrarrestar la epilepsia-, Tripas del Diablo -polvo purgante para alejar los vicios-, Pimienta voladora -polvo para desterrar los males-, hasta jabones aromáticos y, aún más, esotéricos en forma de ekeko. Todos estos remedios oscilan entre un Sol hasta 20 Soles; por tal motivo, el negocio para Socorro es rentable, pues la demanda es bastante alta, aunque hay días en que la clientela sólo pasa para ver qué hay de nuevo en el “stock”.

Cual profesional de la ciencia, Socorro no se automedica cuando se siente mal. Ella acude mejor donde su esposo o en su defecto al médico, pues, teme no ser objetiva con su diagnóstico.

Clientes o pacientes

Dan vueltas, se acercan, se alejan o, en el mejor de los casos, preguntan sigilosamente, como quien no quiere la cosa, sobre alguna receta para un mal común y corriente, con el fin de poder agarrar confianza y entrar en ambiente para lanzar su problema sentimental y algo más. Desde mucho antes, Socorro percibe, misma sicóloga, el mal que aqueja al acongojado cliente: mal de amores; es ahí cuando ella receta verbalmente, dependiendo de la intensidad del mal, afrodisíacas pócimas, jabones, pastillas y hasta perfumes mágicos.

Su condición de Yerbatera es gratificante para Socorro, pues hace honor a su nombre y socorre, por lo general, motivada por un deseo altruista. Un día se encontró con una señora preocupada, a quien le comenta que su hija padecía de los bronquios y no mejoraba con ningún médico ni tratamiento, hasta se había debilitado más con tanto antibiótico. Socorro la ayuda, sin esperar ganancia, recetándole una bolsita de Flor de Huamanripa. Al cabo de unos días la señora regresa a agradecerle, pues su hijita había mejorado.

Pero, no sólo los que solicitan los servicios de los yerbateros es por un mal de salud o de amores, sino por la simple mala suerte, y para ellos, Socorro también tiene sus remedios como los conocidos huairuros, los amuletos o ekekos.

El negocio de la Salud, cualquiera que sea su aspecto, será siempre rentable, ya que los enfermos y los males siempre existirán, y por ende, los yerbateros y sus remedios exóticos y caseros, ya que ellos son y seguirán siendo parte de nuestra idiosincrasia, tradición, cultura y, por supuesto, bolsillo.


September 27, 2006

la hora punta
Piura (noroeste del Perú), iluminada y ploma por el polvo, amanecía una mañana de diciembre del ´97 ventosa y fresca, como se había vuelto costumbre desde hacía días, pero no muy común en cualquier época del año, excepto 15 años antes cuando pude vivir por primera vez un Fenómeno de El Niño. Las condiciones eran un poco diferentes, pocas digo, porque ese año ’83 iba a incursionar en mi primer año de educación primaria, y ahora, mis primeras prácticas pre-profesionales como reportera gráfica en un diario regional.
Así, esta ciudad cálida, y vaya cuan cálida es, que las casi 24 horas del día, con excepción de las del amanecer, se suda como si se viviese en una sauna, me abría sus brazos para recibir otro día laboral. El dilema de todas las mañanas era qué ropa era la más conveniente usar, pues no podía adivinar cuál comisión o asignación me tocaría, ya que si se trataba de ir a un lugar apartado y tener que cruzar una quebrada o, peor aún, un río, lo ideal era un pantalón corto, pero así no podía entrar a cualquier caprichosa y formal entidad pública o privada.
Después de una disertación “profundísima”, elegí el corto, pues mi sexto sentido periodístico me lo decía “Lorena, este día es movido”, y vaya que sí lo fue, pues llegada a sala de redacción, tenía ya desde la entrada una comisión esperándome, “a Sullana Lorena”.
Zancudos al ataque
Durante el viaje, en compañía del alcalde de Sullana, el director Regional de Agricultura y mi colega de comisión,  Teo Zavala, se me fue informando en qué consistía todo. Unas fotitos por acá y otras por allá, nada difícil para alguien que se podía gastar dos rollos de películas en un día sin muchas aspiraciones, “pan comido Lorena”; y sí que fue pan comido, pero para los zancudos, pues al sitio que fuimos era el canal Cola de Alacrán, lugar plagado de toda clase de antipáticos insectos existentes y por existir.
Los intentos por esquivarlos y zafarlos eran inútiles, pues como era la más descubierta, no duraron en darse el gran banquetazo conmigo, y eso que no eran su hora punta de los “benditos”, como se mataba tratándome de hacer entender el imperceptible y obstinado alcalde.
La situación se había hecho insostenible, ya que no conseguía tomar ni una sola fotografía. Mientras mi colega me daba de trapasos para espantar a los impertinentes zancudos, yo iba perdiendo los papeles –y eso que soy calmada-, en esa situación tan surrealista, al punto de lanzar la cámara al suelo como quien tira su trompo para quiñar al “chantado”.
“Click, Click”, se oyó; ya estaban las tomas hechas, “ahora hacia Piura”. Una vez llegada a la ciudad, las ronchas de la cara y el cuerpo se fueron desinflamando, mientras la temperatura de medio día iba inflándose. Una que otra comisión pequeña, sin más trascendencia que unos partidos de fútbol, auspiciados por el diario.
Mi día laboral ya estaba por concluir sin más aspiraciones, tranquila y casi fresca por la comodidad de la vestimenta y el rudimentario aire acondicionado del periódico; lista casi para revelar lo congelado por mi lente, una llamada telefónica le dio un giro total a la vespertina tarde, haciéndome coger dos rollos de película más. “Al Grupo Aéreo Número 7, Lorena”, me dijeron.
El Presidente de la República, Alberto Fujimori, llegaba en esos momentos y quería revisar cómo estaba la crecida del río, así como los arreglos que se estaban haciendo en el Puente Independencia, el cual cruza el Río Piura.
Al ataque de nuevo
Trepamos, los de la competencia también, a la orden del presidente, en la primera camioneta vacía de la caravana, en dirección al Bajo Piura. Todo iba bien. Todo hacía preveer que el día acababa tras ponerse el sol, mas sin antes dejar de hacer algunas tomas con el resplandor que favorecía hasta al menos agraciado. Lo deje bonito al “Chino”. Pero, tanta emoción por lo que estaba haciendo, hizo que no me percatase de la ya mencionada anteriormente, hora punta.
De pronto lo único repetitivo que se escuchaba era “taz, taz” de las personas, entre periodistas, guardaespaldas y mirones, que nunca faltan, todos tratándose de zafar de los “colados” zancudos, a quienes nadie nunca los invita. Pero, la gente no se dejó intimidar por sus continuas agresiones, pues se estaba a la expectativa del momento en que el presidente arrancase con sus muy fugases y “demagógicas” declaraciones a la prensa.
Finalizada su escueta intervención -para variar-, todos comenzaron a buscar como locos repelente contra insectos, pero con la oscuridad y todo, no sabía de donde salía el tan cotizado líquido hasta que pude divisar a los guardaespaldas sirviéndole a su jefe. Sin más que mi suerte conmigo, les pedí un poco para “la pobrecita de mi”, y con gusto, quien sabe por qué, me rellenaron las manos; no obstante los bandidos, y ya no se más cómo llamar a estos desdichados, me terminaron de hacer leña la piel.
Unas y otras más inspecciones, entre correrías y casi nada de declaraciones, el presidente decidió cenar, después, claro, de habernos cenado los susodichos, para después enrumbarnos hacia Chulucanas, que estaba pasando una lluvia torrencial. Sin embargo, el buen físico de un cuerpo de 60 años lo traicionó y lo hizo desistir de sus intentos por ver cómo llueve por allá.
Feliz por la decisión, puesto que el cansancio me embargaba y la ojota colgaba de un hilo, no pude cantar victoria, pues el presidente nos informó (habló algo más) que nos esperaba justo al amanecer del día siguiente, para dirigirnos a Chulucanas a ver cómo había quedado después de la lluvia torrencial. Muy fácil predecir: llena de charcos de agua, convertidos en criaderos de zancudos; pero este cuento es de otro día.