September 28, 2006

hipócrates a lo criollo

“¡Señito, deme un macerado bien potente, que tengo un dolor de huesos que me mata!” “ Oiga seño, tengo ardencias en las vistas ¿qué tomo?” “¿doña, cuánto la Pusanga?”

Estas frases son unas de tantas que Socorro Frías (35) escucha, domingo a domingo, de algunos clientes que llegan a su puesto en el Mercado Modelo de Piura, solicitando sus servicios médico-naturistas.

Socorro ya lleva quince años en el dominio de hierbas y complementa este conocimiento, con sus primeros estudios de enfermería, que la hacen, a diferencia de otros yerbateros, ganarse la confianza de la gente por sus diagnósticos precisos.

Como todo sueño provinciano, Socorro se enrumbó, terminado sus estudios, hacia la capital, donde comenzó a trabajar en una clínica como enfermera; pero, al conocer a su esposo, quien conoce del arte de la medicina naturista por herencia familiar, decide, enamorada, regresar a Piura y poner su puesto a todo dar.

Cual Hipócrates en su época, Socorro es una experta en preparar y recetar pócimas y brebajes, además, de diagnosticar, por los síntomas, el padecimiento del cliente; es capaz de calmar todo tipo de dolencias, también, recomponer la salud y la vida sexual, mas, la efectividad del producto -disque- depende de la fé con que uno desee curarse.

Las modalidades de los remedios son diversos, pues van desde tónicos, macerados, colirios, perfumes como el poderoso de las Huaringas o el conquistador “Sígueme”, el pico de un tucán - para contrarrestar la epilepsia-, Tripas del Diablo -polvo purgante para alejar los vicios-, Pimienta voladora -polvo para desterrar los males-, hasta jabones aromáticos y, aún más, esotéricos en forma de ekeko. Todos estos remedios oscilan entre un Sol hasta 20 Soles; por tal motivo, el negocio para Socorro es rentable, pues la demanda es bastante alta, aunque hay días en que la clientela sólo pasa para ver qué hay de nuevo en el “stock”.

Cual profesional de la ciencia, Socorro no se automedica cuando se siente mal. Ella acude mejor donde su esposo o en su defecto al médico, pues, teme no ser objetiva con su diagnóstico.

Clientes o pacientes

Dan vueltas, se acercan, se alejan o, en el mejor de los casos, preguntan sigilosamente, como quien no quiere la cosa, sobre alguna receta para un mal común y corriente, con el fin de poder agarrar confianza y entrar en ambiente para lanzar su problema sentimental y algo más. Desde mucho antes, Socorro percibe, misma sicóloga, el mal que aqueja al acongojado cliente: mal de amores; es ahí cuando ella receta verbalmente, dependiendo de la intensidad del mal, afrodisíacas pócimas, jabones, pastillas y hasta perfumes mágicos.

Su condición de Yerbatera es gratificante para Socorro, pues hace honor a su nombre y socorre, por lo general, motivada por un deseo altruista. Un día se encontró con una señora preocupada, a quien le comenta que su hija padecía de los bronquios y no mejoraba con ningún médico ni tratamiento, hasta se había debilitado más con tanto antibiótico. Socorro la ayuda, sin esperar ganancia, recetándole una bolsita de Flor de Huamanripa. Al cabo de unos días la señora regresa a agradecerle, pues su hijita había mejorado.

Pero, no sólo los que solicitan los servicios de los yerbateros es por un mal de salud o de amores, sino por la simple mala suerte, y para ellos, Socorro también tiene sus remedios como los conocidos huairuros, los amuletos o ekekos.

El negocio de la Salud, cualquiera que sea su aspecto, será siempre rentable, ya que los enfermos y los males siempre existirán, y por ende, los yerbateros y sus remedios exóticos y caseros, ya que ellos son y seguirán siendo parte de nuestra idiosincrasia, tradición, cultura y, por supuesto, bolsillo.


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