November 3, 2006





la guerra de dos mundos

No se crean que voy a contarles sobre el programa radial de Orson Welles “La Guerra de los mundos”, el cual por coincidencia se transmitió un 30 de octubre, fecha de mi nacimiento, pero de hace casi 70 años. Sólo les mencionaré cómo es mi vida en medio de mis dos mundos. Limitados? Pues sí, porque con mi escaso año y cuatro días, mis alcances no llegan más allá de la muralla que encierra mi ciudad, Nördlingen. Y eso que ya viajé a Atlanta cuando tenía seis meses y estuve en el edificio de la CNN con mi tía Ofelia, familiarizándome desde ya con el ambiente; pero de mi estancia allá, sólo puedo decir que todo era grande: los carros, los productos, las personas...

Mis dos mundos se encierran en dos simples coordenadas: mi mamá, quien me habla en español y mi papá, en alemán. No les comento lo que entre ellos hablan, porque hasta ahora no logro decodificarlo, pero suena gracioso como si masticaran “chiclet”; yo lo se, ya que probé la otra vez, uno que encontré pegado debajo de la mesa de un café a donde mi mamá me llevó. Y como escenario, pues está mi casa y la guardería. En esta última me la paso genial. Comenzaré a ir ocho horas diarias, mismo horario laboral, de lunes a viernes. Aquí tengo que jugar mucho; comer toda mi comida; dormir mis dos siestas; sobresalir en Educación Física; y conversar con mis colegas (todavía no decido en qué hablarles, pero ellos me entienden).

Al final del día llego agotada a mi otro mundo, mi casa, donde mi mamá me tortura con la comida. No me deja tranquila, todo el rato me persigue para que coma y yo, pues yo no tengo hambre. Que voy a hacer? Pero ella no comprende y no sabe, que en la guardería, muy a parte de lo que me dan, me como las migajas y residuos que mis colegas echan al piso y eso me llena bastante. Es que hasta en eso soy super eficiente y rápida, porque les ahorro trabajo a mis supervisaras –llámense profesoras-, en la limpieza del salón.

Por otro lado, tengo un idilio amoroso con un compañero, Malte, pero eso no lo sabe mi papá, porque me cela. El es más pequeño que yo, en tamaño y edad, pero aún así la pasamos bien juntos; aunque a veces se le pasa la mano y me pega unos jalones de pelo que me dejan rendida en el piso. Mismo amor serrano: mas te pego, más te quiero. Mi mamá me tiene seca con el tema que tengo que aprender a defenderme, que debo evitar cualquier tipo de relación adictiva, destructiva y no se que más ivas. Yo no le entiendo, en serio. Es un monólogo constante. Me marea, siempre me marea, sobre todo cuando antes de acostarme me lee unos cuentos que ni me entero de qué va, porque ni figuritas tiene.

El mundo con mi papá es distinto. Me gusta mucho, especialmente cuando me hace caballitos en su hombro, aunque ya una vez terminé con un coscorrón en la cabeza, porque no se dio cuenta que ya alcanzaba yo el techo. Es un poquito alto el y eso me asusta mucho cuando se da cuenta que le he cogido sus libros, pero no para leerlos, sino para morderlos y chuparlos. Felizmente, que ya no lo hago, porque ya se los destrocé y en ese estado no me gustan.

No es fácil ir descubriendo el mundo, no es fácil crecer. Me voy topando con muchos obstáculos en el camino, que solo con mi inocencia y vitalidad, puedo sortearlos sin temor alguno.

2 comments:

Anonymous said...

Loren que descriptivo y real lo que la Paquita cuenta...Que buen "maching ..." . Cuantas valoraciones debe estar ya organizando en su tierna consciencia que comienza a ampliarse con todos estos dos mundos maravillosos la familia y la guarderia... Me ha encantado tu blog!!! Un beso
MAMA

Paulina Rendón Poujol said...

Ya hice el viaje contigo, Paquita. (Hasta me dolió el coco en el techo en el descuido de papá).

Que tu travesía repleta de descubrimientos de mundos, y más mundos, continúe magnifíca (a pesar de esos jalones de pelo que te dejan rendida y de los tantos ivas). Que mamá persista con tus relatos. Y cuéntame, ¿a qué saben los libros de papá?